Objeciones a la Primera Vía de Santo Tomás

2023-01-05 16:07:18 By : Mr. Tina Xu

Decíamos que las 5 Vías de Santo Tomás son argumentos válidos para demostrar la existencia de Dios, pero no están completamente desarrollados. Más bien son un resumen o esbozo, que nos exige “rellenar” los conceptos filosóficos que su autor tenía en mente, si queremos al menos saber qué nos quería decir. En el post anterior, esperamos haber mostrado que la Primera Vía de Santo Tomás es algo muy diferente de lo que puede entender un lector casual puede entender.

Incluso si hemos tenido éxito en corregir los errores de una primera lectura, puede que todavía subsistan algunas objeciones que nos proponemos responder a continuación.

Si el estudio del movimiento de los cuerpos pertenece a la física, y esa ciencia ha hechos enormes avances en los últimos 200 años, parece lógico pensar que sería obsoleto e inútil lo que un simple profesor medieval pudiera decirnos al respecto. Después de todo, ellos pensaban que la Tierra era el centro del universo, y que los ángeles movían los planetas.

Es cierto que Santo Tomás revitalizó la filosofía aristotélica en el medioevo europeo, y que muchas ideas de Aristóteles acerca de la naturaleza se han demostrado como falsas. Conceptos como el éter o el lugar natural de los cuerpos han sido superados y refutados. Sin embargo, el análisis del movimiento que utiliza la Primera vía no depende de la filosofía natural aristotélica. El problema del cambio al que se refiere Santo Tomás, no es asunto físico sino metafísico, más preocupado con la comprensión fundamental de la realidad. La física moderna puede hablarnos de las partículas subatómicas, pero ella misma tiene cimientos más profundos que jamás podría contradecir. En efecto, las ciencias están construidas sobre la idea de que podemos conocer la realidad porque es esencialmente racional, incluyendo los principios de no contradicción y de razón suficiente. Eso nos basta para decir que de la nada nada deviene, y que solo llega a existir en acto lo que antes se encuentra en potencia.

Si nuestro objetor es un poco más versado en ciencia, seguramente insistirá en que la primera ley de Newton invalida el principio de “todo lo que se mueve es movido por otro”. En términos simples, dicha “ley” establece que un objeto tiende a seguir moviéndose en línea recta mientras otra fuerza no lo impida. La primera vía apunta a la existencia de un motor actual que existe simultáneamente con el movimiento, y lo mantiene a cada momento, y aquí parece que hay un objeto que se mueve sin necesidad de otro que esté haciendo que se mueva.

Antes de considerar el movimiento inercial en especial, recordemos que “movimiento” se refiere toda clase de cambios en la realidad, no solo a los de lugar. Una taza de café que se enfría, una luz que se enciende, un leño que arde, un vidrio que se rompe, son todos ejemplos de “movimiento” para el análisis de acto y potencia que hace Aristóteles y que sirve de base para la primera vía. El movimiento de un objeto, el desplazamiento de un lugar a otro como lo entendemos en términos físicos, es solo un ejemplo más de cambio. La pregunta, entonces, es si el movimiento inercial, como el que describe la primera ley de Newton, es realmente un cambio en los términos que requiere este análisis. Después de todo, un objeto que solo se mueve por inercia mantiene su trayectoria, su aceleración, su temperatura, y todas sus características intrínsecas. El objeto no está cambiando realmente. Lo único que se altera es su distancia respecto de otros objetos. Incluso podríamos decir que se encuentra estático, respecto de otros objetos que “se mueven” con la misma velocidad y dirección.

Si esto es cierto, el movimiento inercial de la primera ley de Newton no es realmente un cambio, como los que tiene en mente Santo Tomás. Resulta irrelevante para esta demostración, y corresponde mirar a otros movimientos (verdaderos cambios) más sustanciales en la realidad y que sí demuestran la existencia de Dios.

Según esta objeción, no es necesario que todo movimiento trace su origen hasta un motor inmóvil. Las cuatro fuerzas físicas fundamentales (nuclear fuerte, nuclear débil, electromagnética y gravedad) explican el movimiento de los cuerpos, y de ellas la más evidente es la Gravedad. Los planetas, por ejemplo, se mueven sin que nada los empuje y sin estar en contacto con nada, solo por acción de la fuerza de gravedad, sin necesidad de otro motor.

Para responder a esta objeción, debemos recordar que el principio de la demostración no es que todo lo que se mueve es empujado por otro. La gravedad no empuja sino que atrae los cuerpos. Esos cuerpos son movidos por la fuerza de gravedad, y así sigue siendo válido el principio de “todo lo que se mueve es movido por otro”. ¿Es la fuerza de gravedad a su vez movida por otro? No lo sabemos. De hecho, hay muchas cosas que ignoramos acerca de la Gravedad. En tiempo de Newton se hablaba de una fuerza, al modo de una cuerda invisible que mantenía atrapados a los planetas en torno al sol, y a los objetos fijos sobre la superficie de la Tierra. Hoy, en cambio, se explica como una deformación del espacio-tiempo, que afecta el movimiento lineal de los cuerpos. Tampoco contamos con una teoría unificada de la gravedad que explique, por ejemplo, porque tiene un cierto valor y no otro, o cómo funciona en concreto.

Es tan grande nuestra ignorancia acerca de la Gravedad, que no parece prudente apelar a un fenómeno desconocido para explicar toda la realidad. Solo una vez que sepamos cómo los cuerpos masivos se atraen entre sí a tan grandes distancia, o cómo deforman el espacio en torno suyo, podremos saber si realmente nos encontramos ante una excepción al principio de “todo lo que se mueve es movido por otro”. Antes de tener esa explicación, lo único que hay es una mera apelación a nuestra ignorancia, una apuesta cuyo resultado depende de los prejuicios de cada uno.

La Primera Vía, al igual que la segunda y en opinión de algunos la tercera y la cuarta, supone como algo obvio que no puede haber una regresión infinita en los motores. Sin embargo, la regresión infinita es una idea común en muchas religiones y filosofías, al igual que la idea del eterno retorno. Tan común es que parece que Santo Tomás descarta esa posibilidad sin dar razones suficientes.

Hasta cierto punto, Santo Tomás estaría de acuerdo con la idea de un pasado infinito. Esta era la opinión común en física antes de la Teoría del Big Bang, y la Suma Teológica sostiene que no hay un argumento filosófico contra esa idea. Esto, sin embargo, no invalida la Primera Vía. Como explicábamos antes, Santo Tomás no tiene en mente una serie lineal de antepasados (como una línea de dominós), sino en una serie jerárquica, donde sí es evidente que no puede existir sin un primer eslabón.

Una serie jerárquica de motores es más difícil de concebir que una lineal, pero hay varios ejemplos que pueden ayudarnos. Pensemos, por ejemplo, en el Ministro de Educación de una nación, y el poder que tiene para ordenar las escuelas. El Ministro tiene un antecesor en el cargo, pero sus facultades no dependen del ministro anterior, que puede haberse muerto o no seguir en política. Más bien, el poder del Ministro proviene del Presidente de la República que lo nombró, y se mantienen mientras cuente con su confianza. Si el Presidente deja sus funciones, todos entienden que también cesan sus ministros, por su misma naturaleza y sin necesidad de otro acto o declaración, por la naturaleza jerárquica del poder. A su vez, el Presidente toma sus facultades de las leyes, no de su antecesor; y esas leyes, de la Nación que las dictó. Lo que tenemos aquí es una cadena jerárquica de poder: Ministro-Presidente-Leyes-Nación.

En esta serie jerárquica, el poder político proviene originariamente de la Nación, y si la Nación de existir, los siguientes miembros de la cadena (leyes, Presidente, Ministro) pierden todo poder. No se puede postular que la cadena sea infinita, porque entonces nadie tendría un poder legítimo; ni tampoco que esa serie pueda volver al Ministro en un eterno círculo de delegaciones del poder. Si falta el primer eslabón de la cadena, aunque sea por un momento, los demás eslabones son impotentes.

Al considerar una cadena jerárquica, es evidente que, si no existe un primer motor, los restantes miembros de la cadena no pueden moverse por sí mismo. Como una serie de vagones no se mueve sin una locomotora, sabemos que existe la locomotora al ver pasar los vagones, por infinito que nos parezcan los vagones. Es más, mientras más largo sea el tren de vagones, no pensamos que la locomotora no existe, sino que debe ser muy grande y poderosa ¿Y el eterno retorno? Es lo mismo. De nada sirve que la línea de vagones de vuelta al planeta y el último se enganche al primero, sin una locomotora ninguno se moverá.

Un primer motor no es más que eso: algo que mueve a otro. La idea de un motor, por muy inmóvil que sea no conlleva que ese motor sea perfecto, eterno, todopoderoso, bondadoso, omnisciente, o cualquier otra característica que se atribuya a Dios. Puede ser una roca, una fuerza ¡Incluso puede que sea más de uno! Puede haber muchos dioses o motores.

En este punto conviene recordar nuestra primera advertencia: Las 5 vías de Santo Tomás no son argumentos completamente desarrollados ni autosuficientes. Hay mucho en ellos que hoy nos parecen saltos injustificados a una conclusión, pero que en su época eran cosas evidentes. En realidad, la Suma Teológica confía en el conocimiento que puedan tener sus lectores, el saber común de un estudiante medieval de teología. En nuestros tiempos, cuando la barbarie y la ignorancia están a la orden del día, es necesario ser más explícitos y pedagógicos, como quien habla a niños.

Cada una de las características que habitualmente asociamos a Dios (unidad, perfección, bondad, etc.) era objeto de estudio detallado y sistemático. Obvio que demostrar la existencia de algo es el primer paso de un estudio sistemático, pero es solo el primer paso. Establecido que existe un motor inmóvil, luego se irá completando la imagen que tradicionalmente tenemos de Dios, con los respectivos argumentos. De hecho, es precisamente lo que hace Santo Tomás en los artículos siguientes de su obra, considerando si el ser cuya existencia se ha demostrado, es simple, perfecto, bondadoso, infinito, etc.

Muy poco se gana con intentar apretujar todos los atributos divinos en una sola demostración. Al contrario, el lector estará agradecido de que se dé a cada uno de ellos la consideración que se merece.

Así que ¡nada! Si un motor inmóvil no se parece mucho al dios cristiano ¡a seguir leyendo a Santo Tomás!

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El autor es padre de dos hermosas hijas, casado, chileno y abogado. Sin instrucción formal en ninguna de las materias sobre las que escribe, pero con una (ya demasiado) larga experiencia en explicar las posición de la Iglesia católica a desconocidos a través de internet, y una terapéutica necesidad de dejar sus opiniones en público para que otros las lean.

Todas las opiniones vertidas en este espacio se someten al juicio definitivo de la Iglesia, y nada de lo aquí expresado se interpreta contra el magisterio ordinario o extraordinario del Papa y los obispos en comunión con él.

No todas las entradas de un blog son iguales, hay algunas que nos enorgullecen como hijos, y otras que desearíamos nunca haber escrito.

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